31/8/09

Hasta aquí.

Hasta aquí llego. Me bajo del tren, del avión, del camión, del submarino nuclear, o del transporte más tosco en el que viajes.
Hasta aquí llegan mis huesos, las ausencias, y el alma cansada que pesa 10 kilos menos desde que dejamos de ser un entero para convertirnos en mitad.
Hasta aquí los versos y los besos. Hasta aquí las necesidades de necesitarte.
Hasta aquí los aquellos que no somos nosotros.
Hasta los mismísimos de aguantar lo inaguantable.
Hasta aquí las sesiones de autoayuda que te regalo todas las noches, sin llevarme absolutamente nada a cambio. Lo mío es estudiar sociedades infectas y no el psicoanálisis de individuos acorazados.

Hasta aquí. Aunque aquí esté en ninguna parte.

Puede que mi último movimiento en tu tablero consista en revelarte la forma de llegar a afaltademedioverso, puede que la Srta. Bye sea la encargada de ponerte el jaque en la frente, a modo de adiós.


Y a los que estais ahí, detrás de cada entrada, mis gracias más viscerales.

30/8/09

Ahora sí, Madrid.

Me rio bastante al leer la inocente entrada anterior.

Claro que no me ibas a dejar que estrenara la cama yo sóla, claro que no. Y joder, ahora me acuerdo por qué te echaba tanto tantísimo de menos. De repente Madrid se me antoja un poco menos desastre, y todo el calor que desprendemos los más de seis millones de personas que habitamos el centro preninsular ahora lo tengo en la piel. Que quema, que arde. Y que joder, que se jodan los "que pasarán mañana", que se jodan.

28/8/09

Después de todo, Madrid.

Después de tres meses fuera, toca volver a la ciudad que durante mucho tiempo fue nuestra, y que ahora es más tuya que mía.
Después de tres años, voy a estrenar por primera vez una cama yo sola.
Después de la rápida huída, ahora toca volver a terminar lo que empezaste una noche de principios de primavera.

25/8/09

Bye, my painter.

El chico de los ojos casi marrones, casi verdes, casi miel se marchó haciendo poco ruido, de manera discreta pero dejándome esas verdades hirientes pintadas a fuego. Aquel que no eres tú, se marchó de mi vida de forma diferente a como lo hizo aquella que no soy yo de la tuya.

Aquel que mide más de un metro ochenta pero que no alcanza el metro ochenta y dos tiene pinta de haberse ido, sino para siempre para una larga temporada. Aquella que no soy yo, en cambio, tiene pinta de haberse comprado unas alitas transparentes con las que revolotearte día sí día también a modo de lo comunmente conocido como mosca cojonera.

A ver si es verdad que llega el otoño pronto y te arrastra en una de sus ventoleras como si fueses una hoja seca. A ver si consigo la fuerza de voluntad suficiente para no recogerte y coleccionarte en el herbario del alma.

24/8/09

A falta de lo ocurrente.

Llevo cuatro meses esperando a que aquella que no soy yo desapareciera de tu vida, y el día que lo hace, el día que (mejor dicho) la echas, no se me ocurre que escribir al respecto.

21/8/09

Distorsión asocial.

Empecé a acudir al gimnasio el día que se me cerraron los bronquios al agacharme para encender el ventilador. Nací con los pulmones demasiado pequeños, cosa que da como resultado una capacidad pulmonar casi ridícula. Con el tiempo he intentado buscarle ventajas al hecho de que dé bocanadas de más por minuto. Un día me convencí de que mi facilidad para alcanzar el orgasmo estaba ahí, en la lucha encarnizada entre mis pulmones que piden oxígeno a gritos y el resto de mi cuerpo que quiere arrastrárme a la mismísima panacea sexual.

La hora y poco que gasto a diario en permanecer en ese lugar infernal llamado gimnasio, me sirven para darme cuenta de que el resto de humanos que allí se concentran jamás tendrán un símil, por pequeño que sea, conmigo. ¿Tendré yo la culpa porque la piel, tras hacer deporte, me huele a sudor fresco y no a Reflex Spray 130 ml?. ¿Será acaso que a pesar de ser un proyecto de buena socióloga no me gusta interactuar socialmente con individuos a los que se les quiebra la cara de dolor al levantar acero que pesa 5 veces mi peso? ¿O será que no le encuentro la gracia a comerle el culo a unos monitores de sala demasiado preocupados por teñirse el pelo con agua oxigenada? ¿Será por culpa de la música de mierda que sale de los altavoces principales, que por mucho que suba el volumen de mi reproductor se ensaña de manera salvaje con mis oídos?

Será que soy una rubia extraña que prefiere esconderse debajo de una peluca de 10 euros de color negra, será que prefiero escuchar post rock mientras murmuro hacia adentro a mis pulmones que se hagan grandes. Será que la Sociología terminó por volverme un ser asocial.

Será que cuando estabas cerca y no gastabas tus noches en barbacoas veraniegas en compañía de otra que no soy yo, la mezcla de aire que respiraba olía menos a mierda.

19/8/09

Acerca de lo curioso.

El chico de los ojos casi marrones, casi verdes, casi miel, el de la mirada y paciencia infinita; no mide menos de un metro ochenta y no alcanza el metro ochenta y dos. Lleva debajo del asiento del conductor, una silla plegable. En varias ocasiones, cuando bajábamos del coche, sácaba aquella pequeña silla del asa, y nos la llevábamos con nosotros. Nunca le ví abrirla y siempre me pareció un trasto más al que teníamos que arrastrar.

Un día le pregunté por qué cargábamos de vez en cuando con ella y me contestó "hay veces que veo cosas increibles y necesito sentarme a contemplarlo, necesito memorizarlo y dibujar en pocos trazos un boceto que me dirija la mano a la hora de pintarlo". Le pregunté si los paseos que dábamos juntos no eran lo suficientemente increíbles, puesto que nunca le había visto desplegar aquella sillita que parecía demasiado pequeña para aguantar a alguien que no mide menos de un metro ochenta y no alcanza el metro ochenta y dos. "Cuando vamos juntos tú eres lo más increíble, y no necesito sentarme para memorizarte, podría dibujarte hasta con la izquierda".

Es curioso, mientras andábamos, llegamos a la playa dónde tú y yo nos revolcábamos bajo la luz de las linternas de los pescadores de media noche. No supe que contestar al chico de los ojos casi marrones, casi verdes, casi miel. No supe que contestar al chico que no mide menos de un metro ochenta y no alcanza el metro ochenta y dos. No supe que contestar a aquel que no eres tú.

14/8/09

Juguemos a un juego.

Juguemos a un juego de los nuestros, a uno de esos en los que me llamas de madrugada y me cuentas algo nuevo. Juguemos a algún juego de los de antes, de los de no te vayas nunca, y si te vas...vuelve el primero. Juguemos a uno de esos juegos que empiezan por morderse la boca y terminan con un calambre al final de los dedos.

Juguemos a jugar, a jugárnoslo todo, a apostar a lo grande y a perderlo todo. Juguemos a obviar la ropa, a buscarnos con los ojos y a encontrarnos con los codos.

Juguemos a que vuelve a ser marzo, a que huele a primavera. Juguemos a que nunca hace suficiente calor si seguimos con el juego. Juguemos a las prisas, a caernos del sofá, a terminar por los suelos.

Juguemos a que no aguantas un sólo día más sin el juego, nuestro juego.

4/8/09

Adéu.

A los catorce años suspendí mi primera asignatura: Catalán. Llevaba sólo un año aprendiendo la lengua de Ausiàs March, y los verbos junto con els pronoms febles pudieron conmigo. Me acuerdo de que cuando ví aquel examen tachado en rojo rompí a llorar en mitad de aquella clase de mierda,de aquel colegio privado de mierda y delante de mis compañeros que no eran más que un puñado de niñatos consentidos de mierda, hijos de los mayores oligarcas de la costa mediterránea. Odié a aquella profesora con todas mis fuerzas. Odié su nariz de duende y su falta de comprensión. Odié mis continuos cambios de residencia. Odié a los bilingües.

Unos meses después coincidí con mi profesora de catalán, la de la nariz de duende, la del cuatro y medio en aquel examen; en una manifestación por la III República. Nos miramos y en aquel momento se creó una especie de complicidad entre las dos. Durante las horas lectivas ella me reñía continuamente porque colocaba mal los acentos, y al salir de clase me prestaba libros de poemas y de gramática catalana, ó también me avisaba de algún "sopar republicà"* .

Durante los cinco años que compartí su ciudad, coincidí con ella todos los 14 de Abril en los cuales hacíamos ondear la misma bandera.

Llegó mi último examen de catalán, el de Selectividad, y me acompañó hasta la misma puerta del aula para desearnos suerte, a mí y al resto de borregos que tenía por compañeros, que no eran más que un puñado de niñatos consentidos de mierda, hijos de los mayores oligarcas de la costa mediterránea.

Saqué un ocho, y no se me ocurrió nada más que darle las gracias por aquel cuatro y medio que me había regalado a los catorce años.

Ayer fue su funeral y la iglesia estaba a reventar. Mientras el cura decía subnormalidades, yo murmuraba aquel "diuen que els pobles tenen por, tenen por de sentir-se sols"** y buscaba con la mirada a alguien que estuviese tan perdido como yo en aquel lugar "santo" que pocos honores le hacían a ella. Le dije mi adéu más sentido, y salí de allí antes de que el monaguillo pasara el cepillo.

*cena republicana.
**"dicen que los pueblos tienen miedo, miedo por sentirse solos"