29/6/10

Metamorfosis (III)



"Yo quiero que te sientas como encima de un escenario mientras corean tu nombre. Yo quiero hacerte el amor y que sea el mejor riff de la historia".

Después de eso me desintegré, sabiendo a ciencia cierta que a partir de ese momento necesitaría de sus constantes para ser feliz.

27/6/10

Metamorfosis (II)

Si me dejas, te aseguro un rinconcito vitalicio en el pecho, en la caja sentida de las cosas. Sin manuales, sin legislación, sin normas formales. Sólo tú y yo. Los de siempre. A todas horas.

25/6/10

Metamorfosis (I)

Yo quiero que sepas que a tú lado, mi vida es más vida. A tu lado Pequeña se hace grande. A tu lado vale la pena hacer kilómetros y kilómetros sólo para encontrarte.

10/6/10

Madrid, la dicha y la inmundicia.


Hoy el calendario me recordó que me queda poco más de una semana en Madrid. Madrid, siempre será la ciudad en la que me hice mayor. Un buen día decidí llenar la maleta e ingeniármelas para vivir haciendo lo que me gustaba. Lo que me gustaba resultó no gustarme tanto, y casi por casualidad encontré mi profesión en el estudio de sociedades viciadas. En cuatro años, que ha durado esta aventura, he viajado más de lo que  lo había hecho hasta entonces: Dublin, Paris, Berlin, Londres, Amsterdam, y un buen carro de ciudades del territorio nacional. He querido y me han querido, he llorado bien, he amanecido en Gran Vía, me ha raptado un taxista punki, me han robado, me he enfermado, me han enseñado lo que es la amistad infinita, incondicional y eterna, he aprendido a jugar a videojuegos,  he comido pasta y arroz durante semanas, me han traído huevos Kinder a la cama, he trabajado en lugares horribles para terminar finalmente en un bonito despacho con aire acondicionado, he cobrado mucho a veces, y otras me han pagado miserias, me he disfrazado, he llevado vestidos de gala y he perdido la vida en tantos conciertos que sería imposible enumerarlos. He odiado a Madrid y a su inmundicia y la he querido por partes iguales. 

Por delante, Varsovia, ciudad del este, ciudad fría, ciudad soviética. Ciudad a la que me comprometí a ir cuando Madrid dejó de oxigenarme, ciudad a la que quería ir y que ahora me parece tan lejana. Tan lejana de ellos, tan lejana de lo que conozco, tan lejana de tu cama.

8/6/10

Cuestiones reales.

Hubo un tiempo, hace muchos muchos años, cuando aún no llegaba al metro y medio, cuando aún tenía la cabeza coronada con rizos, en el que creía en príncipes y princesas. Los fines de semana me levantaba bien pronto para atender a esas pequeñas cuestiones de un Estado tan pequeño, tan pequeño, que no llegaba más allá de las paredes de mi habitación. Un Estado pequeño, pero un Estado libre. Esto siguió así hasta que llegó una mañana en la que desperté y ya no me gustaba ser princesa, así que desterré mi vestido e hice de mi reino, un cuarto de juguetes.

Y ahora, republicana convencida, llega el combatiente férreo, el de la voz de locutor y me devuelve el título real. Y lo reafirma todas las mañanas con un "Buenos días, princesa". Y entonces me toca volver  a atender esas pequeñas cuestiones de nuestro Estado. Un Estado tan pequeño, tan pequeño, cuyo límite está en el final de la cama. Un Estado pequeño, pero un Estado entero para los dos.





3/6/10

¿Y ahora?

Nunca nadie antes me había escrito con el corazón palpitante entre las manos, acariciando el teclado, sintiendo por los poros, haciéndome caer el alma al suelo. Nunca nadie antes me había prometido que pondría en mis manos cualquier cosa que quisiera, por muy grande, o pequeña, o alta, o fuerte, o infinita que fuera. Nunca nadie antes. Y yo ahora ya no sé si sentir, no sé de cantidades, no sé cuando es mucho, no sé lo que está permitido. No sé si dejarte ver todo lo que hay detrás de mi mirada esquiva, si apostar, si ganar, si arriesgar. Yo ahora ya no sé si estoy preparada para la posibilidad de perder. 

¿Y si al final quiero el infinito? ¿Y si al final te quiero a tí? ¿Pensamos en algún momento en la verdadera importancia de las cosas?.