La vida nos iba a sonreír solo tres veces, de eso estábamos seguros. Sabíamos también que la última de las sonrisas era aquella que provoca la llegada de la muerte, la desidia del que está acabado, el burlesco final de todo teatro medieval.
¿Y las otras dos? Ya las habíamos gastado en las enésimas oportunidades que nos habíamos dado, ahora solo quedaban risas maltrechas y la aburrida poesía de un trovador divorciado.
¿Y las otras dos? Ya las habíamos gastado en las enésimas oportunidades que nos habíamos dado, ahora solo quedaban risas maltrechas y la aburrida poesía de un trovador divorciado.