Tres cosas me recuerdan el hecho de que al menos por unas horas dejara a un lado la existencia misantrópica de la que me he adueñado en las últimas semanas.
La primera es un dolor de cuello delirante, producto de un concierto de metal, que me obliga a sentir y andar con la cabeza muy recta.
La segunda es el olor en las sábanas a aquel que no eres tú, el de la voz de locutor, el combatiente férreo.
La tercera es el convencimiento de que tienes que desaparecer de alguna forma que todavía no he averiguado. Tienes que desaparecer para que me encuentre. Para poder volver a estudiar la misantropía como una variable atípica que modifica la media.
Desaparecer por el bien de mi simple existencia.
Es una de las mejores reflexiones que te he oído desde hace mucho tiempo... ¡Dios, pensé que ya no tenías remedio, Srta. Bye!
ResponderEliminarBesos.
PD: cada vez me cae mejor aquel que no es él.
"Desaparecer por el bien de mi simple existencia."
ResponderEliminarMuchos buscamos una piedra donde colocarnos a su sombra para que con su oscuridad ni tan siquiera nos vean... No siempre lo conseguimos...
Saludos y un besazo!
Sólo la primera justifica abandonar por un tiempo la misantropía.
ResponderEliminar¿Y si la misantropía fuera nuestra verdadera naturaleza? ¿Y si la socialización fuera algo artificioso y forzado?
ResponderEliminarCuidado con el cuello. Hace tiempo que paso de conciertos pero recuerdo lo que era el dolor de la mañana siguiente...