Hubo un tiempo, hace muchos muchos años, cuando aún no llegaba al metro y medio, cuando aún tenía la cabeza coronada con rizos, en el que creía en príncipes y princesas. Los fines de semana me levantaba bien pronto para atender a esas pequeñas cuestiones de un Estado tan pequeño, tan pequeño, que no llegaba más allá de las paredes de mi habitación. Un Estado pequeño, pero un Estado libre. Esto siguió así hasta que llegó una mañana en la que desperté y ya no me gustaba ser princesa, así que desterré mi vestido e hice de mi reino, un cuarto de juguetes.
Y ahora, republicana convencida, llega el combatiente férreo, el de la voz de locutor y me devuelve el título real. Y lo reafirma todas las mañanas con un "Buenos días, princesa". Y entonces me toca volver a atender esas pequeñas cuestiones de nuestro Estado. Un Estado tan pequeño, tan pequeño, cuyo límite está en el final de la cama. Un Estado pequeño, pero un Estado entero para los dos.
Y ahora, republicana convencida, llega el combatiente férreo, el de la voz de locutor y me devuelve el título real. Y lo reafirma todas las mañanas con un "Buenos días, princesa". Y entonces me toca volver a atender esas pequeñas cuestiones de nuestro Estado. Un Estado tan pequeño, tan pequeño, cuyo límite está en el final de la cama. Un Estado pequeño, pero un Estado entero para los dos.
Lo mejor de ese nuevo Estado del que hablas es que, ahora, por primera vez, hay dos personajes reales ....
ResponderEliminarSi yo fuera el príncipe de esta historia, me habría emocionado al leer tus palabras.
Única, como siempre.
Un beso
Un nuevo brote monarquico en tu vida...ten cuidado con las gillotinas
ResponderEliminarBienvenidos a la república independ...
ResponderEliminarVerónica: Toda la razón del mundo, es un gran Estado en el que vale la pena invertir el tiempo. Un beso, hermosa.
ResponderEliminarRdimichelle: No me olvido en ningún momento de ellas.
Blanco: Si tuviera el dinero suficiente, me compraba IKEA entero.