Cerré la puerta de mi cuarto y me desnudé. En aquel momento resultaba vital el contacto de mi piel caliente con las sábanas planchadas, a modo de nido en el que amucharse. Desde la cama podía ver un montón de cajas de cartón mal apiladas y bolsas tamaño industrial repletas de ropa demasiado vieja para usar y demasiado mítica para tirar. Otra vez entre cajas. Otra vez esa sensación de vacío de no estar en ninguna parte. Otra vez la vida y los recuerdos empaquetados y sin un lugar.
Ya no quedaba nada de mí en aquella ciudad, si es que alguna vez conseguí dejar algún rastro. El tiempo pasaba lento para aquellos que aguardábamos cambios. ¿Algo nuevo? Sí, claro, obras públicas con las que blanquear dinero, otro comercio cerrado, un carril bici que no es carril, y una nueva exposición absurda, que no interesa a nadie, en el museo.
Y un futuro incierto. Y poco dinero. Y el alma otra vez en el suelo. Y la cama vacía.
Un día te estallará el corazón. Aquí o en Kiev.
ResponderEliminar_ NO sé si es Kiev_