Vivimos entre extraños. Convivimos con perfectos anónimos que funcionan gracias a las pequeñas y minúsculas descargas que provocan las conexiones neuronales.
La masa respira de forma acompasada polución, olor a sexo y ausencias. La ausencia, el vacío y la desesperación, se manifiestan en las sociedades más complejas y pobladas, y aquellos que las estudiamos, permanecemos distantes en una observación no participante que nos relega a una característica y propia soledad acompañada.
Estoy hablando del reducto destinado al psicólogo social acostumbrado al todo, al bullicio de miles de bocas, que por las noches fantasea con la compañía de un único cuerpo caliente que haga pocas preguntas y que sepa interactuar con las visceras chorreantes en las manos.
El sociólogo es un hombre y en su condición estará solo. De tanto andar por las calles y observar he desarrollado una cierta sociología nada científica pero bastante intuitiva.
ResponderEliminar_Borré el post de mierda de ayer_
Beso Srta. Bye.
Bueno, Srta Bye, al menos no tenemos que hablar de deformación profesional, sino del anhelo que tendría cualquier persona sensata fuera del horario laboral. Es algo humano.
ResponderEliminarBesos
Desde mi retiro vacacional .... ¡Qué bien te expresas!
ResponderEliminarEsa fantasía nocturna es propia de todo ser humano, como bien dice Onminayas. El lujo es poder hacerla realidad ....
Un beso humano
No tengo nada de sociólogo, pero todas las noches busco exactamente lo mismo.
ResponderEliminarBonito blog.
Fantástica entrada espléndidamente escrita.
ResponderEliminarUna de las opciones para comprender el objeto de estudio es vivir inmerso en la ciudad enferma y disfrutar (con o sin resignación) de su abismal pozo de negrura.
ResponderEliminarClaro que lo del cuerpo caliente que no haga demasiadas preguntas también podría ser buena idea. Incluso aunque hiciera muchas y el juego consistiera en definirnos a medida que las respuestas se fueran acumulando como caricias.