El combatiente férreo resultaba adictivo. Era como dejar de fumar durante meses y volver a ello con ansia destructiva, con el deseo que sólo provoca aquello que está prohibido, con las ganas de un muerto de sed que ve en tu boca el principio de la salvación, aunque la salvación sea la suma de pequeños instantes...porque en ese momento, parece que todo se pone de acuerdo para que sea la salvación perfecta.
Y una vez sucede ese primer contacto, entre la boca del ex fumador, el roce de lo prohibido y el sediento que pinta sus labios con el más bendito fluído...el cataclismo. La perturbación de la piel caliente, la caída de un onceavo piso al vacío, el salto sobre una cama elástica al puto cielo.
¿Y cómo baja una del puto cielo? Con el abrazo más sentido, que por primera vez en meses consigue que sienta algo. Es más, y con ello me corrijo casi simultáneamente, un abrazo que por primera vez en meses consigue que lo sienta todo.
Nada más, que descanses.
Un abrazo que consigue que lo sientas todo ... Ummmmm, ¡suena fantástico!
ResponderEliminarDe cuando en cuando, uno debería dejarse abrazar así durante todo un día. Para quitarse las telarañas, para sentirse de nuevo en casa, para notar el calor, para reconciliarse con la vida, para tener esperanza .... Sí, deberíamos hacerlo todos los días.
Y va un suspiro, un gran suspiro por las salvaciones perfectas y la perturbación. Y una sonrisa, enorme, por el abrazo que hace que lo sientas todo, querida.
ResponderEliminarme encanta tu forma de expresar la cosas... ¿será la lluvia?
ResponderEliminar:)
Verónica: ya ves que sí...un abrazo en este caso vale más que todo lo demás. Un beso!
ResponderEliminarCopo: gracias por el suspiro y la sonrisa, bonita.
Ermo: puede que sea la lluvia, que nos hace a todos un poco más sensibles :)
¿Qué sabor tenían aquellos abrazos? ¡Cielos: que mal sienta esto de hacerse viejo!
ResponderEliminarBesos, Srta Bye.